Brian Armstrong, CEO de Coinbase, presentó una hoja de ruta integral para transformar el intercambio de criptomonedas existente en una “super aplicación” financiera todo en uno. La estrategia se centra en integrar funciones de pago, ahorro, crédito e inversión sobre las plataformas de criptomonedas para ofrecer una experiencia de usuario unificada que anteriormente dominaban los bancos tradicionales y las fintech. Los primeros pasos clave incluyen el lanzamiento de una tarjeta de crédito con recompensas en bitcoin que ofrece un 4 por ciento de retorno en BTC y el desarrollo continuo de soluciones de préstamo que aprovechan depósitos en BTC y stablecoins.
Armstrong destacó un rápido avance bipartidista en la legislación estadounidense sobre criptomonedas, haciendo referencia al marco de stablecoins recientemente promulgado bajo la Ley GENIUS y a un proyecto de ley pendiente sobre la estructura del mercado que asigna definiciones regulatorias claras para tokens como bitcoin y ether. Se espera que esta claridad regulatoria reduzca la incertidumbre en el cumplimiento, permita el lanzamiento de más productos y acelere la adopción institucional de productos financieros digitales. Armstrong enfatizó la fuerte colaboración con socios bancarios para la custodia e integración de plataformas de pago, señalando asociaciones con empresas como JPMorgan y PNC para respaldar las operaciones de entrada y salida de moneda fiduciaria.
A largo plazo, Coinbase aspira a servir como la cuenta financiera principal para los usuarios, ofreciendo funciones que abarcan gasto, ahorro, pagos, comercio y gestión patrimonial. Armstrong mencionó tiempos de liquidación más rápidos, costos transaccionales más bajos y dinero programable como ventajas fundamentales de la infraestructura cripto. También pronosticó que el 80 por ciento de los nuevos flujos de ETF de BTC dependerán de la custodia de Coinbase, subrayando la posición de la firma como un custodio institucional líder en cripto. El CEO proyectó un camino para que bitcoin alcance un objetivo de precio de 1 millón de dólares para 2030, impulsado por tres vientos favorables principales: robustos flujos de ETF, el establecimiento de una reserva estratégica de bitcoin en EE.UU. y la expansión de asignaciones en tesorerías corporativas. La visión apunta a difuminar las líneas entre TradFi y DeFi aprovechando la programabilidad de la blockchain para ofrecer servicios financieros integrados en un entorno regulado.
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